En la espera de su llegada las sensaciones cambiaban tanto como las hojas, el envejecimiento de ellas era tanto como el mío, el cambio de los gigantes mostraba lo que en mi no podía ver.
Como ver la furia dentro del verde.
El agua mostraba el tiempo, el no visto, el de la llegada y el del que se fue.
Yo estaba ahí, mezclada con el deber ser, parada junto a otros, viendo pasar el tiempo.
Se nubla mi mirada, las lagrimas acechan otra vez mi presente, creo que es parte de esa angustia de no poder ver claro aquello que ya no esta,
lo vivido se torna a irrepetible, lo irrepetible se transforma a perdido, lo perdido ya no esta, ni siquiera en mi memoria clara.
El tiempo denota variables momentos vividos, maduros, coloridos y secos.
Una infancia rápida, posibles sensaciones calidas, pero un presente que demuestra que lo no claro recuerdo.
Enseñanza dictada y otra vivenciada armaron mi cultura.
Maduración sin pausa, evidencia de mí una realidad determinada.
La soledad es mi aliada.
Afianzada ya sin dolor, el tiempo es mi cómplice, el tiempo ya no se escapa, lo capturo, lo conservo.
Claridad del deseo, final del desamor.
El movimiento del agua me empuja, el salto es furioso y calido,
Recorro en mi interior solo queda la experiencia,
La decisión esta tomada, no hay retorno
Adiós.
Autor: FERNANDA RIVERA LUQUE.
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